Ana María Strofer

"Romance con la tierra"

Ella me amó
Con diáfano amor de aire y brisa,
Con abrazos de hojarasca reverdecida,
Enraizando su corazón hasta el fondo de sus días.

Ella me amó
Con adoloridas nubes invertidas,
Con el parto de sus lágrimas enardecidas,
Sembrando su razón hasta lo dulce de su risa.
Todo en ella es útero
Todo en ella nos cobija,
Desde Su sangre cristalina
hasta su carne incipiente de madera y tinta.
Todo en ella es único
Todo en ella nos invita,
Desde su hambre por la vida
Hasta sus tardes diferentes de faenas y pericias.
¿Que haré contigo amada mía?
Si tu amor por mi es inmerecido,
Si tu corazón en mis manos esta mal nutrido,
Si no es es escuchado tu llanto en mis oídos.
Si soy para ti una plaga mal nacida
Que te desangra y te vomita,
Si no hay congoja para estos abrazos de termita,
Que te socavan y te horrorizan.
¿Cual será tu mañana amada mía?
Si la flama de mi daga de socava cada día,
Si no hay ternura entre mis dedos,
Ni pudor en mi ira.
Y aunque yo quisiera amarte
Con el merecido amor de verdadero amante,
Soy solo una abeja en el enjambre
¿Como torcer el vuelo de sus aires?
¿Como agrietar la conciencia disonante
Que no entiende ni se inmuta?
¿Como lograr que todas manos acaricien tu ser,
tus ladera y tus caminos con sus pasos?
Soy solo una abeja en el enjambre,
Y grito y me alzo sobre el valle
¿Quien escuchará nuestros gritos?
¿Quien labrará nuestro nicho en adelante?

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Simplemente gracias.

Soy lo que soy,
Hija endeble de las piedras,
Del áspero tacto del dolor
De lo arduo, de lo escaso.

Es fácil Parir del encanto,
Nadar en en la plácida calma,
Aplaudir las promesas regaladas
Asumir lo dulce y la gracia.
Pero sangrar el llanto en la escalada,
Ahogar el miedo ante la marejada,
Dejar las uñas en la pared ajada,
Reafirma los pasos y los abrazos.
Veras...
Las piedras en las manos pueden volverse barro,
El dolor en poesía ó canto,
Lo arduo crea músculos insospechado,
Y lo escaso reverdece el clamor por los años.
Soy lo que soy
Hija agreste de la hiedra
Del tibio gris del temblor,
De la redención, de expiación.
Soy hija del amor,
Uno aguerrido que clama y llama,
Que se alienta y se agarra,
Y que jamás se queda en pedazos.
He aprendido que no se reniega
De lo que cultiva el alma,
Ni de las flores perfumadas,
Hay que darle su espacio al abracadabra,
Que esparce la humanidad recobrada.
Hay que entender este adagio de daga y entraña,
Porque entonces...
Como habría día sin la nocturnidad asombrada?
Como habría dicha sin la ira desolada?
Por eso y por mucho mas,
En la indiferencia, en la prisa y en la flama,
En mañana, en la tarde o en la antesala,
agradezco y agradeceré,
cada palmo de mis llagas.

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